Me encuentro a bordo de un avión, en un vuelo Roma-Madrid, en un cómodo aparato de los que hacen grandes vuelos trasatlánticos que tienen como escala Roma, uno de esos trayectos que dejan a la ciudad eterna como cruce de caminos entre Latinoamérica y Europa.
Cuando me acomodo y después de consumir el menú de a bordo (eran esos tiempos…), me doy cuenta de que a mi lado viaja un joven sacerdote, de piel oscura, casi mulato, y de rasgos caribeños, muy probablemente venezolano o colombiano, aunque es mi deducción, pues no le pregunto. Es algo gordito, pero tiene un aspecto fuerte y jovial, aunque naturalmente sencillo y humilde.